Aterrizaban por primera vez en Málaga para dar un concierto la banda comandada por grandes leyendas del rock español, con nada menos que los que fueran músicos de la ya extinta y mítica banda Platero y Tú y Extremoduro, o lo que es lo mismo: Cantera a la batería, Colino al bajo, y el artífice de la maravillosa idea, Iñaki Antón “Uoho”, posiblemente uno de los mejores guitarristas del panorama del rock nacional, con la incorporación de Aiert Erkoreka a los teclados y Jon Calvo a la guitarra y voz, mismas funciones que en su otra banda, Memoria de pez.
La noche empezaba con TERRAL, banda local que ya hemos visto otras veces y que tienen un potente directo, puro Rock and Roll hecho con sentimiento, pero hemos de decirles que les debemos una, Sergi Méndez, Carlos Campos y Rafa Paredes, os lo pagaremos con creces porque sintiéndolo mucho no pudimos llegar a la sala a tiempo de vuestra actuación.
Podría decirse que nuestra ciudad, y concretamente La Trinchera, recibía uno de los conciertos más importantes y esperados en esta presente temporada otoñal de giras. El público que allí estuvimos sabíamos de primera mano la calidad y el gran show que estábamos presenciando, y probablemente a muchos de nosotros se nos vino a la memoria que hace tan solo cuatro años vimos a casi todos esos músicos en un auditorio Cortijo de Torres lleno hasta la bandera, a escasos metros de la Trinchera precisamente, solo que, con otra banda, con otras canciones, con otro impacto social. Miles de almas aún esperan inquietas la vuelta de los Extremo. Resulta curioso y paradójico este hecho. Mismos músicos, distinto cantante y formato, y sala Trinchera con tan solo media entrada vendida, una sala que aún tenía la resaca del llenazo de la noche anterior con la vuelta a las tablas de otro mítico grupo, precisamente malagueño, Triple XXX. Mucha culpa tiene el desconocimiento, y también esos paladares exquisitos que solo se conforman con el sabor de antaño, los oídos nostálgicos de aquellos que se quedaron en la década pasada. Una lástima.
A lo que vamos, Inconscientes venían presentando No somos viento, su tercer y último trabajo. Un disco diferente a los anteriores, corto, cargado de colaboradores vocales de lujo, con un sonido más cercano al blues rock que al rock’n’roll duro que les caracteriza, siguiendo el estilo de Platero. El problema que tiene este disco con el directo es claro: la mitad son colaboraciones y le faltan esa chispa y pegada para animar al público asistente. Así era fácil adivinar que pronto llegarían los temas más contundentes y rítmicos de los discos anteriores. Dicho y hecho: abrieron con No somos viento, single que da nombre al LP y ya se pusieron a la carga con las canciones de rock’n’roll del bueno que tanto recordabas a los gloriosos años 90 con Platero. Y, por supuesto, no faltaron, como ya es costumbre, los himnos de aquéllos: Voy a acabar borracho y Hay poco rock’n’roll, que hicieron las delicias de un público desatado que saltaba y coreaba cada verso.
Se presagiaba grandes momentos cuando sonaron los mejores temas de la banda, El último hombre libre, del segundo disco, una canción fresca y reivindicativa con un gran estribillo de esos de los que gusta cantar a viva voz, y Dentro de una botella, una increíble canción del disco debut que recuerda musicalmente a los AC/DC y que esconde grandes sentimientos y emociones. Un tema redondo que alargaron su final, como lo hacen las grandes bandas, hasta que se saciaron y llegaron a un clímax con nosotros en un acto de pura comunión y emoción. Estupefactos. Solamente por esos seis o siete minutos ya había merecido la pena de sobra haber ido y pagado una entrada. En ese momento, me volvía a dar lástima aquellos que se estaban perdiendo aquella demostración de maestría, una cita imperdible con la más pura esencia del rock español. Un show intenso de una hora y media sin tregua, con guitarrazos, grandes coros y ritmos y mucha nostalgia, finalizando como a ellos les gusta, a lo grande, con los saltos de Iñaki acompañados de los golpes al unísono con los baquetazos de Cantera. Siempre impredecible, ni ellos mismos saben cuándo el jefe quiere dar su último toque, su aterrizaje final con platillo, y eso a veces, provoca una ligera confusión, y si no, que se lo pregunten a Jon Calvo, que sonreía al interpretar el final mientras Iñaki seguía a lo suyo. La experiencia es un grado, y se nota. Pues eso, un espectáculo.
La sala estuvo genial, como siempre, buena atención y servicio y lo más importante, un sonido espectacular. La falta de higiene de los baños (de chicos) es su único lunar, fácilmente solucionable. Se agradece tanta actividad por su parte, con una agenda abarrotada de conciertos cada temporada.
Esperemos que esta parada haya sido la primera de muchas por parte de estos genios, que en Málaga todavía hay gente que disfrutamos del rock’n’roll. Y no queremos que pare.
CRONICA: Adrián Madueño Alarcón
FOTOS: Adrián Madueño Alarcón