Mis primeros recuerdos sobre Ilegales y sobre Jorge se remontan a los 80 cuando compartíamos Gijón como ciudad de residencia. Yo era un niño bastante asalvajado y llegaban hasta nosotros, niños asalvajados, historias sobre Jorge y su afición a ir por la ciudad con un stick de Hockey. Nunca teníamos claro si estas historias eran ciertas pero el personaje ya era para nosotros como un superhéroe de cómic.
El primer contacto, digamos, real con su música llegó un poco después. A través de amigos mayores que yo me cayó en las manos el Directo ’90. Maravillas como Caramelos podridos, Soy un Macarra, Bestia Bestia o Revuelta Juvenil en Mongolia me volaron literalmente mi adolescente cabecita.
Desde entonces los vi en directo varias veces y la última fue en 2010 en su gira de despedida. Así que como comprenderéis, el pasado día 29 en la Salamandra, en L’hospitalet, en casa mi estado anímico era de ilusión y emoción máxima.
Llegamos con cierta antelación, para los trámites de rigor (Chequeo de lista, revisión del espacio, luces, etc..) y dio hasta un poco de tiempo para los reencuentros. La pandemia nos ha privado durante bastante tiempo de estos saraos y ahora la sensación es muy especial. La gente tiene ganas de jarana.
Con bastante puntualidad se presentaron estos chicos con el clásico encefalograma plano y su Tantas veces me he jugado el corazón que lo he perdido. Empezaron en este primer bloque, algo introspectivos, con temas medio tempo como Si no luchas te matas, Voy al bar o Chicos pálidos para la máquina. Las primeras sensaciones que me asaltan es que el sonido es espectacular (Qué bien suena la Salamandra) y que, pese a los 40 años en la brecha, esta gente está en plena forma.
La forma de gestionar el setlist es simplemente magistral. Con unas infinitas tablas, saben cómo ir orientando el show emocionalmente hacia donde ellos quieren. Fueron cayendo otras joyas de su repertorio clásico como Agotados de esperar el fin (muy coreada por la gente), Enamorados de Varsovia (que tema tan bonito…) y Ángel Exterminador, con otros temas más recientes, pero no exentos de calidad y de pegada como puede ser Juventud, Egolatría.
A esas alturas ya habían puesto un par de marchas más…y comenzaban a entrar en ignición. El respetable, que abarrotaba la sala, entró plenamente al aquelarre y fueron cayendo cañonazos como Soy un Macarra, Destruye o Dextroanfetamina…
Quizá alguien en el público creyese que en ese momento se cerraba el concierto. Pero eso sería no conocer a Jorge. Simplemente se tomó unos minutos de pausa para volver y descerrajar una secuencia infernal de temazos, uno tras otro que fueron haciendo las delicias de la parroquia.
La Casa del Misterio, Yo soy quien espía los juegos de los niños, Tiempos nuevos, Tiempos salvajes, Hola Mamoncete, Caramelos podridos (pasan los lustros y sigue siendo mi canción favorita, será que soy un borracho, jajaja o será esa línea de bajo abrasadora. A saber)
Y para cerrar, Problema Sexual (que recuerdos, en “¡Qué noche la de aquel año” del 87… con 9 añitos y aquel paisano de Gijón, diciendo en la tele “¡Señora si no le gusta mi careto, cambie de canal” …) cañonazo que la gente bramó a todo volumen… uh ah… uh uh ha…!!
Enorme fin de fiesta de facto… porque, aunque se despidieron realmente con Una canción Obscena, nosotros ya estábamos intentando salir de la abarrotada Salamandra. Y al salir… el aire fresco y el aroma a lluvia recién caída fueron acompañando mis pensamientos mientras me dirigía a mi casa. Fueron más de dos horas de show, muy compacto, bien hilado, con buen sonido y que no se hizo largo ni aburrido. Realmente creo que hablamos de una de las mejores bandas de este país de los últimos 40 años, tanto a nivel técnico, como a nivel de actitud y que de haber nacido en Nueva York o en Liverpool serían leyendas universales de la música.
Aun así, Ilegales desde Xixón hasta el infinito… Esos pensamientos me fueron transportando a casa por entre los callejones húmedos y oscuros, enamorado como siempre (Y como nunca, de nuevo,) de Varsovia y de Los Ilegales…
Bolo para el recuerdo…
No quiero dejar pasar la oportunidad de agradecer de agradecer que Antonio Benítez me haya dejado sus magníficas fotos para completar esta crónica.
Texto: Edu Conde España
Fotos: Antonio Benítez