Me senté en la mesa de un bar, me puse los cascos y pedí una cerveza grande. Tenía por delante 21 minutos para escuchar el segundo trabajo de OseZno “La Bestia”. Hace algo más de una semana escribí acerca del adelanto “Derrota”, y amenazaba con ser algo apoteósico. 1 de marzo, ya está en las redes, gratis, a través del sello Rock Estatal Records para que todos podamos ser testigos del segundo paso de este grupo que ha dado paso evolutivo. Sacar un sucesor que empañe un debut como el de “OseZno”, la verdad, parecía muy difícil. Sin embargo, estos cabronazos lo han conseguido. Este trabajo está varios niveles por encima de muchos discos de bandas apañadas por sellos multinacionales, que pagan a los mejores productores para que suenen a algo que quieren ser, pero ni en las peores pesadillas pueden vislumbrar algo como este sonido y furia que no se compra, se tiene o no.
Abre el disco la canción “Batalla”. Suena una guitarra (protagonista fundamental de “la Bestia”) que se duplica en un punteo que pasea por el mástil, dando entrada al resto de la banda que, antes de los 40 segundos, ya han destrozado tus cascos. La voz está bien trabajada, dentro de su putrefacción, suena más limpia y, un gran punto a favor, en español, dejando claro todo un discurso que termina sesgando tus sentimientos a medida que vas escuchando. Los cortes, los coros, los efectos están manejados de una manera perfecta, sin repetirse, desplegando una composición basada en la velocidad y en la furia. A resaltar como condición dentro de “La Bestia”: Ninguna canción se parece a la siguiente, son segmentos que van convirtiendo los cambios en pequeños microclimas dentro de un gran infierno en el que divagamos cada día.
Seguimos con “Herida”, algo más cerca del “Core” más podrido, basados en ciertos toques stoner actualizados a una época donde las máquinas hacen mucho en los estudios, pero en los directos dejan desnudos a quienes no saben vestir elegantes. Puede que sea la mejor exposición de la batería en este trabajo, sin parar de marcar los tiempos, con machaques y bombos que se encargan de dar sentido y jugar con los solos de guitarra.
Acerca del tercer track “Derrota” ya hablamos. Así que pasamos directamente a la canción nº4 “Máscaras”. Tal vez la mejor canción de la banda, una composición de más de 6 minutos que demuestra, más todavía, que Osezno no tiene límite ni techo creativo. Es una canción que permite, gracias al trabajo de estudio, puedas disfrutar de cada uno de los integrantes. La guitarra se multiplica, entra, sale, cambia de tonos y colores, hace que el Metal Stoner sea algo indefinible. Las voces melódicas se tiran a una piscina llenas de lagartos que luego arrancan unos “growls” que dan forma a esta “ópera” que te hace revivir aquellos discos de los ´70, cuando el Ácido era el conductor de lagunas en medio de desiertos de arenas negras. El bajo está en la primera línea de fuego, y cuando pasados los 4 minutos, la canción muta, se transforma y te sorprende cambiando por completo el ambiente, el clima. Es la punta de una navaja que encabeza a toda la banda en una sorprendente historia que te hace abrir los ojos para estar en otro escenario. Es la Piedra Rosetta de la banda, creo yo. A veces las palabras se quedan cortas y es necesario recurrir a las metáforas, espero me entiendan, este disco en general, con esta canción en particular, es Mad Max (1979), de lo crudo, bárbaro y cambiante de clímax, uno tras otro, para dejarte luego con esa sensación encontrada de querer ver una distopía futurista. Y para los que hayan visto la versión de Mad Max: Fury Road (2015) cualquiera de estas canciones podría formar parte de la banda de sonido.
Cierra el disco la canción “Bruxismo”… un estado que el cuerpo manifiesta en límites que pueden estar musicalizados por esta canción. Aquí parecen haber convocado para los coros a todos los Nazgul que encontraron disponibles. Hace que los deseos de verlos en directo te hagan ahorrar para verlos a lo largo de este año. Creo yo que los más de 50 bolos que han dado desde su no tan lejana formación, les haya cambiado la genética y se entiendan mejor, porque se nota en el álbum que hay una creatividad que supera las ganas de hacer rock, es algo más profundo, más complejo, sin colarse demasiado en conceptos o cosas que no sean, apenas, volarte la cabeza cuando pongas este disco en tu equipo y le des caña al volumen.
Un disco que tiene todo lo esperado por aquellos que les gusta la extrema dureza: armonías, cambios de ritmo, ganas de más, de que no acaben. Letras con toques Orwellianos, una guitarra que es fundamental y poderosa, la batería que no deja de taladrar tus oídos y un bajo que se convierte en catalizador de esta orquesta de desencantados que sabe bien lo que hace.
Simplemente brutal. Y, no digo esto por congraciarme con nadie, pero le apuesto unas copas a quien en julio me diga que este no es el mejor disco del primer semestre del 2019. Y en noviembre apuesto whisky añejo, porque este álbum va a estar mucho mejor con el tiempo y va a formar parte de tu estantería siempre.
Estamos tan pendientes de esta banda, y le tenemos tanta fe a que van a ser parte de la escena por mucho tiempo que hace que no les perdamos huella.
POR: SEBAS ABDALA