Este 2019 está transcurriendo con un elenco de sorpresas musicales bastante amplio. Una de estas sorpresas, muy grata, es la del debut en solitario del músico pontevedrés Ángel Paz, con un disco, titulado “Rostros Invisibles”, interesante y de alta calidad. Ángel es un artista con experiencia internacional y excelente trayectoria formativa y académica, lo que le ha llevado a trabajar para grandes marcas y producciones musicales a nivel internacional. Analicemos ahora, como es natural, su flamante primer disco.
Rostros Invisibles no es un disco de rock al uso, es concienzudamente distinto, muy cuidado, tanto en las formas como en los detalles, y con mucho cariño puesto detrás, al menos la impresión que causa. El disco está compuesto por diez cortes, bien trabajados y diferenciados entre sí, en los que se cuenta una historia real de víctimas del maltrato machista; cada canción cuenta una distinta y desde un enfoque diferente; basado en el libro Invisibles de Montse Fajardo. La música, tan bien dirigida, ayuda muy bien a situarse en el enfoque referido de cada canción. Otra característica que hace precisamente a este disco distinto es la música, pues se articula con gran habilidad el rock con la orquesta sinfónica y los complementos electrónicos, encajados a la perfección. Todo parece tener un sentido armonioso y estar hecho a conciencia. Así, en el LP viajamos desde los ritmos y riffs más contundentes cercanos al metal, como en la canción que abre el disco y da nombre al mismo, hasta acordes y melodías más calmadas propias de baladas. La música al servicio del mensaje, la historia y la voluntad de cómo transmitirla, la intencionalidad que hay detrás.
Como se ha dejado entrever en líneas anteriores, el disco comienza fuerte, una gran canción para abrir boca que invita a seguir escuchando tan interesante sonido. Letra y estribillo pegadizos, riffs maravillosos y en conjunto un golpe de autoridad y subida de moral con un mensaje que es importante que cale: estas historias, estas caras, deben conocerse y darles voz para que esta lacra deje de azotar nuestra sociedad, como bien reza Ángel: “Llegó la hora de dejar de ser rostros invisibles”. Un buen empujón a la necesaria causa feminista. Canciones más desgarradoras como no pude más o caminos sin final, ésta última con represalia especial para las cifras que suelen salir en los medios, haciendo alusión a la poca importancia que se le da a la vida real de las víctimas, mostrando fríos datos numéricos, y siempre a posteriori, cuando la mujer ya ha sido asesinada por su pareja o expareja.
En el apartado de colaboraciones, encontramos aportes de diferentes artistas, como la orquesta Mad4Strings y el coro Gaos, entre otras, además de colaboraciones vocales femeninas en sueños y make a change. La conjugación musical y vocal de todos ellos le dan un toque personal y diferente a un disco feminista que está llamado a marcar un antes y un después en nuestra forma de entender el rock y su mensaje, en qué transmitir y cómo hacerlo. Nos debe hacer reflexionar sobre el poder de transmisión, impacto y transformación social de la música, un poder que se está devaluando y que debemos recuperar cuanto antes si queremos volver a poner en alza los valores antropológicos, actualmente en decadencia y desuso, pero que, con trabajos como este, es fácil recuperar la esperanza en un ser humano mejor y en un mundo más habitable y sano. Gracias, Ángel.
POR: ADRIAN MADUEÑO